miércoles, febrero 25, 2009

Primera ¿y última?


María Asquerino, actriz en mi primera peli, anuncia que deja la interpretación.

De nuestro trabajo juntos me quedo con dos cosas: cuando me contó el acoso al que le sometió Orson Welles en el festival de Cannes del 51 (a ella ese señor con ese vozarrón y esa presencia le asustaba) y de la sesión de doblaje que hicimos para crear los ruidos de su personaje, la señora Begoña.

Muchas gracias, María.

jueves, febrero 19, 2009

El vértigo de la segunda película


La gran mayoría de ustedes no han tenido el placer de ver PAGAFANTAS pero yo sí, un montón de veces. Y las que me quedan de cara al estreno, promoción y venta de la película, tarea que asumo con placer pero que tiene como seña de identidad la repetición: ¿cuántas veces posaré con una botella de Fanta?, ¿cuántas definiciones de “pagafantas” me pedirán?... Pero en mi cabeza tengo que decir “ya basta”, la película ya está hecha y hay que mirar adelante. ¿Y ahora qué? Pues otra, ¿no? Como uno no tiene complejo de Charles Laughton, tengo ganas de acumular una generosa filmografía.


Existe un tópico acerca de que la peli importante no es la primera, sino la segunda, que es la que marca un rumbo en tu carrera. Pasa lo mismo en la tele. El primer resultado de audiencia no es el significativo, sino el segundo dato. El primero está contaminado por la novedad, la publicidad machacona... El segundo importa porque apunta la tendencia: la gente que vio la primera emisión está enganchada y sigue viéndolo, lo vieron y les pareció un coñazo por lo que jamás volverán a sintonizar el programa o lo vieron cuatro gatos pero esos escasos espectadores han hecho “boca-oreja” y la segunda entrega ha subido...


Pero en cuanto a esta segunda peli no hablo en términos de “éxito”, más que nada porque PAGAFANTAS no está estrenada. No me refiero del “qué hacer” después de un éxito, que es otro tema que daría para párrafos y más párrafos. Afronto este “¿y ahora qué?” sin saber qué repercusión tendrá mi primer peli. Y esa pregunta es maravillosa y terrible a la vez. Maravillosa porque permite fantasear y terrible porque una película acapara, absorbe y secuestra dos años de tu vida, por lo que una decisión equivocada podría amargarte bastante.


Tras semanas de reflexión el “ahora qué” está decidido. Y eso quiere decir que hay que ponerse a trabajar. E ir al cine de vez en cuando...




lunes, febrero 16, 2009

En la uni

Gracias a una visita a mi alma máter, he descubierto esto:



Me cuenta un profesor que el video, participante en un concurso para conmemorar el aniversario de la facultad, no resultó premiado porque el jurado consideró que Nacho y yo veríamos ofensivo su contenido. Hay que conocernos realmente poco para creer eso.

Hay dos razones por las que me fascina. Por un lado porque imagino a nuestros antiguos profesores dando la lata con "Vigalondo y Cobeaga estudiaron aquí" y por otro lado porque es la primera parodia de PAGAFANTAS que se ha hecho, cobra incluida.

A mí me encanta.

miércoles, febrero 11, 2009

Cita a ciegas

Si me ven en el mismo vagón de metro o sentado en la mesa de al lado de cualquier café, no hablen muy alto porque su conversación podría salir retratada en este blog o en un guión de cine o televisión.

Hace unos días estaba en un bar y me di cuenta de que la pareja sentada en la mesa contigua estaba viviendo una cita a ciegas fruto probablemente de un encuentro por internet. No lo dijeron explícitamente pero era obvio que no se conocían de antes, pues el chico estaba desgranando su vida, sus gustos y sus aficiones como habitualmente se hace en una primera toma de contacto.

La charla entre ellos me llamó por primera vez la atención cuando oí la siguiente frase: "Pues me gusta sobre todo Enya". Me giré para echar un ojo a quien acababa de decir eso. Era un chico de unos veintitantos, vestido completamente de verde, con la camisa metida por dentro. Su pierna no paraba de moverse bajo la mesa, muy nervioso. La chica que lo acompañaba estaba frente a él, hecha un ovillo y con la mirada fijada en el suelo. Ella no hablaba, sólo respondía con un par de palabras a las preguntas de él.

El chico intentaba desesperadamente sacar temas de conversación. "¿Cuáles son tus manías? La mía es hablar en tercera persona. Lo hago todo el tiempo. ¿No te has dado cuenta?". Y cuando el tema se había agotado él preguntaba por la infancia de ella. Y de repente ella se soltó y contó una historia loquísima de travesuras infantiles: de cómo ella y sus amigas habían tirado por la ventana los pupitres de clase. Él casi no reaccionó ante el relato porque creo que no estaba escuchando sino tejiendo su siguiente monólogo. Empezó a decir que él no era muy trasto pero que a veces hacía bromas en los telefonillos de los portales de su barrio. Contaba todo esto trufando su discurso con decenas de refranes. Algo exagerado.

Hice tiempo para ver cómo se resolvía la situación pero tuve que marcharme. Ojalá sean muy felices.

sábado, febrero 07, 2009

Al cine



A pesar de que en el frame congelado parezca que vamos "Al cine con una morsa", se trata de una nueva entrega de "Al cine con Cobeaga", que realiza mi amigo Héctor Prieto para soitu.es. Siempre nos lo pasamos muy bien haciéndolo. Ya hemos grabado el próximo: Valkiria.

miércoles, febrero 04, 2009

El sidecar de Telepizza


Hace más de un año que decidí hacer ejercicio y me propuse acudir a una piscina a nadar. Desafortunadamente la irregularidad en la asistencia comenzó semanas después de mi decisión. Empecé yendo tres veces por semana y luego iba dos, una. Luego semanas enteras sin ir. Más tarde, el rodaje y las ganas de nadar en una piscina olímpica eran superadas por las de nadar en un mar de orujo de hierbas.

Como uno tiende a disculpar la falta de constancia con una explicación racional, hace semanas elaboré una teoría para justificar mi irregularidad: hay gente que va todos los días a la piscina y están gordos como budas.

Veo a los mismos hombres que nadan cada día. No se ponen en forma jamás. Si lo que yo quiero es bajar un poco de peso y un mucho de ácido úrico, el hecho de ir todas las mañanas a nadar no serviría para nada. Aunque eso sí, a lo mejor esos tipos se hacen 40 largos y luego tienen una dieta de alubiada y chuletón para merendar. Y ni que decir tiene que yo tampoco soy de tomarme una ensalada y una manzana a la hora de comer. Suelo estar más voraz. Incluso me gusta que los comensales que me acompañan no se acaben su plato para hacerlo yo. Eso siempre me da una alegría.

Mi amigo Echeves suele decir que cuando llamo a Telepizza para hacer un pedido saltan las alarmas: suena una sirena en el local y los empleados activan un protocolo de emergencia. "¡Que llama Cobeaga!", gritan como si fueran bomberos ante un incendio devastador. A mí me hace más gracia cuando Echeves dice que los de Telepizza tienen que usarun sidecar para llevar el pedido a mi casa.

En cualquier caso, seguiré yendo a la piscina e intentaré recuperar la regularidad. Y seguiré yendo solo, por supuesto. Lo digo porque el otro día Ladoire me dijo que esas experiencias había que compartirles y que me acompañaba a nadar. Yo le dije que jamás permitiría que nadie cercano me viese con el gafas y gorro, en una versión olímpica de Fétido Addams.